En el ruck me han clavado unos tacos en la cabeza –todo lo que está en el suelo es hierba ya lo sé-, y aun en el suelo oigo que el Negro me anima: -No remolonees que ya los sacamos, ya los sacamos...-
Me agarro al Merluza y empujo en el eje, mientras el Anestesista intercepta la salida del talonador de ellos hacia nuestra línea de ensayo con el abdomen y caemos todos hacia el banderín de la línea pero han liberado el balón hacia sus tres cuartos y su primer centro lo posa entre palos. Perdemos 6 -54 y queda mucho partido por delante.
Zapatones se lamenta en el círculo de la zona: -No lo estábamos haciendo mal. Unos viejos como nosotros y les estábamos aguantando muy bien.
Miro a mi alrededor, los ocho delanteros no sumamos quinientos kilos en total pero superamos los cuatrocientos años. La bisagra tiene más artritis que sus pacientes del hospital ¿Dónde está el medio melé, el Negro? Está atendiendo una urgencia en el móvil, dice el Vendas. Y mientras el pateador contrario transforma, el Negro pasa el teléfono a su hijo de nuevo. Los zagueros trotan hacia el centro y yo apenas llego a mi posición arranco a por la recuperación –toca que el balón caiga bombeado en el sector cinco de la pizarra, entre su delantera, la línea de 22 y su poste derecho-, rectifico porque ha caído raso en medio de su paquete. Apenas consigo ponerme delante del rinoceronte que han alineado como talonador pero es suficiente para que el balón caiga adelantado. Me duele el cuello –mañana en el despacho bolsa de hielo antes de ir a la vista que tengo en el Juzgado de Eibar-, no para de llover y hace frío.
Por primera vez ganamos la melé sobre nuestra introducción. Anestesista y Cabra se llevan por delante a los dos jóvenes medios y Cabra cae dejando el balón atrás que Merluza coge y por el lado cerrado con mi apoyo y el de Yeti llevamos hasta su 22. La montonera es nuestra y el balón está jugable. Negro dice la jugada: A coscorrones hasta el ensayo.
Cojo y voy hasta la línea de 5. Me han agarrado de la mandíbula y apenas consigo dejar el balón al siguiente que es Yeti. Me cruje el cuello pero no es nada. Veo el balón suelto entre los pies, lo agarro y quiero saltar por encima del agrupamiento, piso algo y me derrumbo del otro lado. Anestesista me cae encima y se funde la imagen en negro.
Tengo una cerveza en la mano: -¡Qué ensayo, chaval! Les hemos dado una lección 13 – 92 y decían que los abuelos no íbamos a pasar de 0. Ya me gustaría a mí ver a los del primer equipo frente a estos morlacos-. El Negro me pasa otra cerveza y el árbitro me comenta: -Mi padre me ha dicho que jugó contigo en su época de estudiante.
Tengo también un sabor indefinible, creo que puedo ponerme a llorar, y cojo un bocadillo de mortadela de Lidl de la mesa...
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