En marzo las canchas están blandas, salvo las de hierba artificial, los días se han alargado, los entrenamientos son a temperaturas más agradables, la primavera está ahí... jugar a rugby un fin de semana de marzo es jugar partidos con trascendencia para el final de temporada, se acerca el final de la liga regular en División de Honor A y la fase de ascenso, las demás categorías también entran en los últimos encuentros... es un mes de rugby intenso para los que aún lo practicáis –algunos veteranos seguro que se pondrán de corto para honrar a San Patricio el 17 de marzo-, y para los que lo vemos por esos campos y en la televisión, donde culmina el Torneo de las VI Naciones que, aunque es de rugby profesional, sigue conservando el aura de nuestro deporte con bastante esplendor.
A partir de una columna pasada y del Torneo, me llega un comentario de un aburrido espectador y antiguo jugador sobre la uniformidad del rugby profesional en el que los físicos de los participantes imperan, los planteamientos tácticos son predecibles, la falta de jugadores extravagantes, los horarios en función de la TV (sic)... Es evidente que mucho de todo esto hay, la nostalgia es inevitable al no existir vuelta atrás, pero por un lado hay más gente en un Pub viendo un partido del Torneo que en las gradas del Mini Estadio un domingo y por otro lado siempre nos quedará Gales. O Irlanda que este fin de semana tiene que quemar París.
Además este fin de semana empezará con un encuentro de rugby femenino el sábado a la mañana en Landare entre las debutantes del Hernani CRE que están pasando por un duro aprendizaje desde el fondo de la tabla y las navarras de la Peña La Única que apenas les preceden en la clasificación, otro motivo para que me guste marzo
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