El enfrentamiento entre los equipos de Ordizia y de Hernani es nuestro “crunch”-así es como se denomina al partido anual entre las selecciones de Inglaterra y de Francia en el Torneo de las VI Naciones-, un crunch de Gipuzkoa pero me gusta más la onomatopeya de esta denominación que acudir a apelativos hípicos para ello, así que prefiero escribir sobre el crunch de Altamira que sobre cualquier derby de este fin de semana.
Una vez más, salvo imponderables meteorológicos, el estadio de Ordizia se va a quedar pequeño para acoger la fiesta de las dos aficiones reunidas el sábado. Ambos equipos tanto arrastran como son aupados por sus respectivas poblaciones y la convivencia de Hernani y Ordizia en el rugby es modélica.
En el terreno de juego -como en el otro crunch, el grande-, el resultado final va a depender esencialmente de un factor que se concentra en el diafragma de cada uno de los jugadores que serán protagonistas y los entrenadores supongo que estarán trabajando en ello con esfuerzo.
Los precedentes no valen en estos casos, así que los de las tierras altas, favoritos en las apuestas, saben que los de la vega inundable del Urumea tienen resortes inoxidables para volverse con unos puntos positivos a calentar sus gélidas sidrerías. Y pase lo que pase unos y otros se podrán decir después: esto es rugby.
La competición, sin embargo, no se acaba esta jornada y los dos equipos con sus dos aficiones tienen aún que superar algunos escollos para alcanzar sus objetivos. Con el corazón partido, algunos sólo podemos desear que la siguiente temporada se produzca de nuevo y dos veces nuestro pequeño crunch.
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