El viejo río, que nace navarro y desemboca junto a la donostiarra cola
del paro en neopreno, parece sentir un amor desbordante por el rugby de Hernani
y a veces se acerca demasiado al campo de Landare Toki. El domingo que viene,
último partido de la fase regular, las instalaciones de la vega inundable del
Urumea desbordarán de los seguidores del
equipo local y más adelante, cuando se dispute el mantenimiento en la
categoría, esos seguidores estarán ahí ejemplarmente.
La liga, se suele decir, que pone al final a cada uno en su sitio y
esto no es del todo cierto. La temporada de los Top 6 del rugby español, con
presupuestos o descubiertos financieros inabordables para otros, ha sido
distinta de la que han llevado a cabo los siguientes 5 –En La Vila se quedaron desnudos
enseguida-, que han luchado por la permanencia. Y Hernani ha hecho un digno
papel en el terreno de juego, sobre todo en el aspecto defensivo, frente a sus
rivales de ambos grupos. Pero también ha jugado dignamente en el rugby, muchas
veces más complicado, que se juega en oficinas y despachos.
Mantenerse dentro del cauce debe ser bastante difícil como el caso del
Gernika –que se puede quedar también desnudo enseguida-, acredita en este fin
de temporada. Aguas arriba del Urumea ni se suelen ver perros atados con
longaniza ni a servidores públicos regalando instalaciones, pagadas con dinero
de todos, a unos pocos traficantes de pasiones; pero Hernani CRE ya ha merecido
que su primer equipo se mantenga en la categoría máxima, aunque lo más
importante, como hemos dicho otras veces, es el desarrollo de esos chicos y
chicas que, rebozados en el fructífero barro negro de Landare Toki, se integran
en todas las categorías de la entidad.
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