Maximilien Robespierre, bust (Photo credit: Wikipedia) |
Ha habido un congreso de rugby en Madrid, como más o menos
todo rugbier sabe. Más adelante se verá la eficacia de sus conclusiones que
suponemos que superarán a lo que ha trascendido sobre modificación de la
segunda división de la liga senior masculina. Como en todos los congresos, pueden existir tantas versiones como
asistentes pero sería de agradecer una publicación oficial y pública, valga la redundancia, de la
agenda de actuaciones y de sus responsables que enmarquen la ejecución del
“plan estratégico” del rugby español –me suena que había un plan estratégico en
alguna parte-, hasta el siguiente congreso.
El Congreso no ha sido unos “Estados Generales” ni ha
surgido un Maximilien Robespierre de su seno así que -saludando que se ha
hablado, trabajado y puesto en común mucho esfuerzo y conocimientos-, las
cabezas dirigentes de nuestro rugby siguen sobre sus hombros como antes de su
celebración, al fin y al cabo, acaban de llegar al trono y han hecho siquiera
este congreso.
Con esas cabezas el rugby es el 5º deporte con más licencias
en España, al parecer, pero sigue sin incorporarse en el currículo educativo de
nuestros variados sistemas de enseñanza y el rugby, a diferencia de otros
deportes, no creo que se desarrolle sin ser vivido en la escuela. Mientras los
responsables del rugby base tengan que superar los obstáculos burocráticos
inmensos que se les ponen desde las instituciones para cooperar en la formación
de nuestros jóvenes, el rugby seguirá siendo un deporte de universitarios, de
pintorescos y de visitantes.
En el rugby no compramos oro en tiempo de crisis, vendemos
oro a buen precio y lo seguimos
vendiendo mal a los políticos, a la enseñanza pública, a la privada y a los
empresarios.
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