- ¿Crees que el “Seven” acabará con el rugby? –Me comenta un “gordo”, excelente pilier izquierdo-, Me sigue pareciendo una especie de pachanga para... (No transcribo su expresión por no herir susceptibilidades)
El rugby a 7, el seven, ha pasado en pocos años de ser una actividad complementaria del rugby a XV a ser un verdadero deporte independiente con todas las consecuencias que se derivan de ello y que, a nivel profesional, no requiere de los típicos jugadores de primera línea del rugby a XV. Parece como si los jugadores de la línea de ¾ se hubieran vengado de todos esos partidos en que las delanteras monopolizan el balón y los tienen de meros espectadores hambrientos de juego y hubieran creado un juego en el que los “gordos” sobran.
Ciertamente desde el Hong Kong Sevens de 1976 a las actuales IRB Sevens World Series la evolución de este deporte ha sido asombrosa y, aunque también sea dominado por Nueva Zelanda, las naciones del Pacífico Fiji y Samoa le disputan muy de cerca el liderazgo mundial y además de Sudáfrica, Kenya asoma en el podio de los torneos que componen esa serie mundial. USA también ronda los primeros puestos en ocasiones. Incluso la selección española asoma su cabeza de vez en cuando entre los grandes del balón oval. Por tanto el Seven ha alcanzado una apertura a nuevos países que el XV no ha obtenido aun.
Esto se debe sobre todo a que los patrocinadores han apostado por un espectáculo deportivo que permite más inserciones publicitarias en sus retransmisiones televisivas, que presenta normalmente 16 equipos nacionales disputando 45 encuentros entre sí en tan solo 2 días y se repite 9 veces por temporada en 9 localidades de todo el mundo. Y, al haber traspasado el umbral olímpico, su atractivo para el dinero puede ser imbatible para el rugby a XV.
Este rugby, en que todos los tipos de persona tienen su sitio, no va a desaparecer pero ha tenido un hijo que enseguida va a competir con él por los recursos económicos en el mercado del “sport business”.
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