Me encuentro con Galtzagorri, un helado de café en la mano,
el aire distraído del veraneante en su propia ciudad, y los dos abandonamos un
poco a las familias que se pierden en la multitud que bulle por las calles de
la precapitalidad cultural que nos ha tocado. Galtzagorri me refiere sus
sentimientos.
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Los vampiros financieros, masters del universo, son
conscientes de que si desangran hasta la muerte la sociedad de la que se
alimentan no tienen alternativa que parasitar, por eso parece que nos están
dando algo de “vidilla” y ciertamente hay cifras positivas en algunas facetas
de la economía real, la de bienes y servicios, la economía en la que vive esa
especie en peligro de extinción: el empresario guipuzcoano.
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El empresario guipuzcoano está más cerca del
sindicalista que le toca todos los días los “cataplines” en la empresa que del
Sr. Botín, incluso tiene más puntos en común con Txiki Muñoz que con César
Alierta, pero mientras el empresario lo sabe, el sindicalista hace como que lo
ignora, lo quiere ignorar en realidad aunque vayan a acabar ambos juntos en el
paredón, echándose mutuamente la culpa de haberse llevado hasta allí y capaces
ambos de dar la orden de ¡Fuego! a los verdugos de turno, salidos de procesos
electorales sin esperanza.
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El empresario guipuzcoano tampoco encuentra
líderes en esta provincia y menos en el páramo que nos rodea, así que está
huérfano una vez más a la vuelta del verano y con unas ganas enormes de darle una patada a
su empresa y dedicarse a cultivar su
intelecto en un torneo social de mus como alternativa más satisfactoria.
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Así que si no tiene más remedio que seguir
navegando en su cáscara de nuez por esas aguas revueltas de la economía debería
jugar a rugby, es el momento de los esfuerzos colectivos en equipo, de unirse
los unos a los otros para sostenerse, resistir, avanzar… el rugby, ese ajedrez colectivo, es
evidentemente una metáfora pero o sumamos inteligencias o esto solo se
arreglará –lo decimos una vez más-, cuando Botín salga de la cárcel, o sea
cuando las ranas tengan traje de neopreno.
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Por ello, la economía real, la economía de
nuestras empresas guipuzcoanas, exige, como el oxígeno para respirar, de más
rugby en la vida de todos los días, de valores compartidos por todos en la
empresa y fuera de la empresa: luchar hasta el pitido final, disciplina,
respeto, trabajo, todo cuesta, levantarse cada vez que se cae, imaginación, no hay límites más que las
reglas comunes, aprender de las derrotas,
fortaleza mental, el líder se
hace, cada uno debe dar el 100% de sí,
compromiso etc. La temporada no ha hecho
más que empezar y va a ser tan complicada como la anterior.
Los toros de fuego ya se han apagado más allá de la Isla de
Nunca Jamás y Peter Pan, alcalde de la ínsula imaginaria, le dice palabras de
amor en Euskera a Campanilla. Todo parece un amor imposible.
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