montaña (Photo credit: Wikipedia) |
-
Ese momento de llegada al refugio después de
haber vivido la montaña es mejor incluso que la cumbre alcanzada –dice Jon
Galtzagorri con el estómago encogido-, la cerveza reparadora, las historietas
de la jornada, la convivencia con los compañeros de excursión…
-
Es el tercer tiempo del alpinismo, las tensiones
de la escalada, la concentración en cada paso, la tensión que requiere subir y
bajar sano y salvo –prosigue el Marqués de Altamira que observa los húmedos
ojos del viejo talonador cuya oreja derecha se quedó un poco alcachofa hace
tiempo-, la confianza en el compañero que sostiene la cuerda o da una palabra
de ánimo estallan como burbujas de alegría mientras se prepara la pasta de la
cena en la cocina.
-
Pero a veces se produce un sacrificio humano, la
naturaleza nos recuerda nuestra fragilidad y nos lleva tontamente al otro lado
de la delgada línea que separa la vida de la muerte –Galtzagorri se acaricia la
oreja chunga como intentando reformarla pero siempre que está preocupado lo
hace-, donde inevitablemente acabaremos todos. Quien no se ha puesto a prueba
en una ascensión inútil hacia el interior de sí mismo no lo puede entender pero
el deportista de verdad es siempre como un alpinista: pone todos los medios
para vencerse a sí mismo.
-
Queremos la vida, la vida plena, cogida a
puñados, vivida a dentelladas y el destino te la niega, un mal placaje y te quedas
en el campo o parapléjico quizá, o te quedas en la montaña que perseguías –sigue
el de Altamira-, pero eso te puede pasar al bajar del autobús también, así que
sobran las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario