Oyendo a casi todos de los escasos clientes de la panadería
aquella mañana se podría pensar que está situada en Hernani, pero no está allí,
la panadería está en una sombría calle de un típico pueblo de los Pirineos
franceses, uno de esos pueblos balneario en un valle rodeado de altas montañas
donde se encuentran cumbres frecuentadas por los excursionistas guipuzcoanos,
puertos inevitables para los ciclistas, estaciones de esquí…
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En el rugby español me parece que también los equipos de
cartera se están imponiendo a los equipos de cantera –Hiruntchiverry, la
excepción en la clientela, habla mientras sostiene las calientes “baguettes”
pasándolas de una mano a otra-, el profesionalismo está imponiendo las leyes
del capitalismo en la competición
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Quien más tiene, más puede pero en el rugby eso
es resultados a corto plazo –El Barón de la Florida está abriendo la bolsa de “croissants”
y selecciona uno sin pudor-, con buenas bases previas puedes conseguir un
equipo competitivo solo de gente de casa y si la cosecha es buena se puede
ganar la Liga una temporada, luego los de la cartera se llevarán a unos y a
otros, pero hay que plantearse la competición en ciclos largos, ganar cada cinco
años o más.
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Los seguidores quieren resultados cada temporada
–la voz de Hiruntchiverry suena alta en la atmósfera silenciosa de la mañana,
un cierto olor a leña quemada anuncia las primeras nieves-, no puedes
proponerles una cosa así y con esa filosofía no encuentras patrocinadores.
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No quiero esos seguidores ni esos patrocinadores
–El Barón de la Florida susurra, echando algunos restos del bollo con sus
palabras, al abrir la puerta de la cocina por la que se accede a la casa que
ocupan ambas familias el fin de semana-, porque es meterse en un ciclo vicioso
y entras en una competición que tienes perdida por adelantado frente a quienes
siempre van a tener más dinero y se acaba haciendo un agujero negro, un pozo en
el que el rugby se ahoga.
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