Este folletín por entregas irregulares comienza en
Nada más llegar a
la isla de Mallorca, Majors y Galtzagorri se dirigieron en un coche
de alquiler al lugar del atropello. Examinaron el camino, el muro
sobre el que había pasado el cuerpo, el campo en el que cayó, los
restos de las cintas de plástico de la Guardia Civil señalaban
dónde buscar, luego se dirigieron a la casa, estaba cerrada y no
hicieron nada por entrar, de allí retrocedieron al camino para
localizar el punto desde el que se podía espiar a quien saliera de
la casa, por fin aparcaron en una pequeña explanada junto a un
chiringuito y un puesto de venta de pareos y fueron a la playa de Es
Trenc, la recorrieron bajo el sol del mediodía, desde la parte
textil hasta el final de la zona naturista, los dos iban con polos y
pantalones cortos, se bañaron antes de regresar al coche. Comieron
una ensalada simple y un pescado ignoto, pagaron demasiado pero
estaban absortos en sus conclusiones.
- Era más fácil
haberlo ahogado en el mar para retrasar las investigaciones, debieron
improvisar el atropello por alguna razón, parece más un encargo a
un asesino profesional, un veterano de las guerras de los Balcanes o
así, los gitanos son más de dar sustos, de pinchar pero solo se
matan entre ellos y cuando está justificado hacerlo.
Majors había
contactado con la abogada de oficio de los dos chicos detenidos más
de una semana antes y le llamó para pasar a verla e intercambiar
impresiones, como habían quedado. La respuesta fue fría, se notaba
que no quería verle, después de muchos rodeos le dijo que sus
defendidos iban a reconocer los hechos y declararse culpables ante el
Juez de Instrucción, para lo cual había pedido una comparecencia.
Majors no se inmutó e insistió en agradecerle su cooperación de
forma personal antes de regresar a Bilbao al día siguiente, ella le
informó de la imposibilidad de verle porque estaba muy ocupada con
el traslado de todos sus asuntos a su nuevo despacho ya que acababa
de incorporarse a Figueruelas y Asociados. Tampoco se inmutó y se
despidieron con cortesía profesional.
- Solo nos queda
hablar con la Guardia Civil, pero mejor si lo hacemos mañana, ahora
hace demasiado calor para moverse.
Y al día siguiente
estaban ambos con el Teniente Ustarroz en una sala de
interrogatorios, los tres bebiendo agua en vasos de papel para
compensar la transpiración que el mal funcionamiento del aire
acondicionado les causaba.
No hizo falta dar
demasiadas vueltas, en un “do ut des” implícito, Majors puso en
conocimiento del teniente el hecho de la sustracción de algunos
efectos en el despacho de Arriluze con todos los detalles que habían
conocido por su socio, las conversaciones con éste y con el jefe
carlista, las identidades de los socios del difunto en los negocios y
de los miembros de la logia masónica de Bilbao, la existencia de
archivos encriptados en un escondite de su despacho y como estaban
esperando la llegada de un momento a otro de su contenido, le
entregaron copias de las transcripciones de las conversaciones, las
notas del Registro Mercantil sobre sociedades, socios y cargos de las
mismas, algunos recortes de prensa y pantallazos de Twitter con
noticias que afectaban a los negocios inmobiliarios, una llave USB
con los mismos documentos más los archivos protegidos. Ustarroz
empezó por decirles que él también había hallado archivos
encriptados en la chabola de Campos pero que de Madrid tardarían
tiempo en revelar su contenido por el exceso de trabajo y la falta de
personal pero a continuación la información se la transmitió en
forma de preguntas sobre los dos sospechosos, pagando su deuda por la
información recibida pero sin romper aparentemente su deber de
secreto.
- ¿Dónde van a
comer?
- Donde Ud. nos
recomiende.
- Si no tienen
pretensiones refinadas, pueden comer en un italiano del Carrer de la
Murada a eso de las 3 de la tarde y yo puedo pasar a tomar el café
con Uds. como a las 4.
Quedaba más de una
hora y los dos abogados vascos se dirigieron andando hacia el
restaurante. Galtzagorri aprovechó para reclamar a su informático
de confianza -un sobrino de su mujer que trabajaba en una empresa
puntera de ciberseguridad en el Parque Tecnológico de Miramón de
Donostia-, que se diera prisa con romper el cerrojo de los archivos,
el joven ya lo había hecho pero se le había olvidado, estaba
también agobiado de trabajo en una empresa que le pagaba poco más
del salario mínimo interprofesional, mandárselos. Dada la extensión
de los archivos le prometió que los colgaba en la nube y que le
pasaría el enlace para que pudiera leerlos pero que todo ello podía
llevar algunas horas.
- ¿Es seguro? -
Inquirió Majors, siempre
desconfiado de lo que se guarda en la nube -.
-
Todo lo seguro que puede ser Internet, entre algo y nada.
Comieron
bastante mejor que en el chiringuito del día anterior, el vino del
Lazzio les sentó muy bien, y a la hora del café, el teniente,
vestido de socio de club
de golf con yate en pantalán de puerto deportivo, apareció
acompañado de un cura negro, camisa gris y alzacuellos blanco en el
bolsillo de la camisa. Hechas las presentaciones, Ustarroz le pasó a
Galtzagorri una llave USB y le dijo:
-
Páseme a mi también el enlace de su sobrino y que vaya abriendo
éstos, a ver si son los mismos o diferentes.
Ante
el gesto de fastidio del abogado donostiarra, el teniente le comentó
de pasada.
-
En esta isla se oye todo, se graba casi todo, se calla mucho más y
luego se miente en público, me recuerda mi pueblo, a Goizueta,
Donostia es algo parecido ¿No? Herri txikia, infernu haundia. Se
sabe para poder calumniar, injuriar, difamar…
-
¿Sabrá entonces todo sobre nosotros dos? - Inquirió Majors -.
-
Todo lo que consta en
archivos de fichas destruidas o nunca creadas, además de lo que la
Teniente ha podido sacar de Internet desde que ayer nos avisaron que
estabais por la zona. Nos podemos tutear.
-
Como primicia – Dijo el cura, sorbiendo un gin-tónic con fruición
-, Ustárroz va a ir a pasar septiembre en Bilbao, así que ya se
está preparando para poder acompañaros al Golf de Punta Galea
a investigar.
-
Gracias a la tía Exuperancia – se rió el teniente -.
-
Pues va a ser un viaje de ida y vuelta, porque en Mallorca hay pistas
que tienes que seguir tú – sonrió Manu Majors -, mi intuición
masculina me lo dice.
-
Ya he pedido que
comprueben todos los
nombres de los papeles que me habéis dado para ver qué vínculos
pueden tener con esta isla, quién tiene qué por aquí, quién
viene, quién ha coincidido con el difunto o con su esposa, por
cierto ¿Cómo está? ¿Se está recuperando?
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