domingo, 14 de junio de 2020

GAS DE PELÍCULA

Imanol Hiruntchiverry, actor vasco, se montó en el TGV en la estación de Montparnasse, había llegado con antelación y se sentó en su asiento, leyendo el Midi Olympique extendido sobre la mesa que separaba su asiento de los de enfrente. Más pasajeros fueron llegando pero el vagón, lunes a la tarde, no se llenó del todo. A su lado, contra la ventana, quedó un asiento vacío, enfrente una mujer enfrascada en su smartphone con los auriculares embutidos en los oídos y un hombre, un secundario habitual de muchas producciones pero cuyo nombre no le venía a la cabeza, que leía la última novela de Pérez-Reverte traducida al francés, aunque habían llegado juntos no se hablaban nada y los dos respondieron guturalmente al saludo que Imanol les dirigió al llegar.
Bastante antes de llegar a Burdeos, Hiruntchiverry había acabado su lectura del periódico deportivo y paseaba su mirada por los pasajeros de enfrente, ella, de una edad indefinida, tenía unos ojos almendrados detrás de unas gafas de marca, pero su rostro, masacrado por una evidente y repetida cirugía, era como el de un muñequito de lego al que se le hubiera pegado la nariz de una bruja de cuento, mientras que él, unos setenta años, tenía ojillos, con bolsas debajo, como de haber castigado su hígado con constancia. Con un gesto le pidió el periódico a Imanol, éste se lo pasó y levantó para ir al vagón del bar, que era el contiguo, el tren salía ya de la estación de Burdeos y el compartimento se había quedado bastante vacío.
Imanol estaba acabando el sándwich y la cerveza cuando el secundario entró al bar, pidió un aguardiente y se le acercó, informándole que le había dejado el periódico en el asiento. Al oír su característica voz, le salió el nombre de su interlocutor e intercambiaron algunas frases de presentación y el otro le comentó:
- Vamos a Bilbao para el rodaje de una película ambientada en el XVIII, algo de la Inquisición y de capa y espada…
- ¿Vamos? - interrumpió el vasco - ¿Ella es actriz?
- ¿No le has reconocido? Ella es…
Imanol puso su mejor cara de gilipollas, porque la otra pasajera era una de esas actrices que todo el mundo conoce, protagonista de media docena de películas al año, una mujer de una indudable belleza en pantalla, belleza en la que sus ojos sobresalen. Agradeció la información y regresó a su asiento, mientras el otro se pedía una segunda consumición, Imanol tenía la intención de entablar una conversación con una persona tan considerada en el mundo cinematográfico.
Se puso a leer los anuncios por palabras del periódico, mientras descubría, lo más disimuladamente posible, los rasgos de la estrella del cine europeo en la mujer que seguía concentrada en la pantalla.
Y entonces le llegó el olor, el olor que rozaba lo irrespirable, Imanol miró a todos los lados, no había nadie más en el vagón, los dos últimos pasajeros se habían bajado en Dax, era ella quien se había tirado el pedo, lo había soltado silenciosa y arteramente, la admirada modelo de elegancia había soltado un gas de los prohibidos en la convención internacional sobre las armas químicas desde 1997 e Imanol sintió que iba a morir ahogado allí mismo entre nauseas y vómitos, así que cogió su bolsa y salió corriendo hacia el vagón siguiente, al otro lado de la puerta acristalada se volvió y vio la silueta femenina que se apresuraba a entrar en el retrete.
Se bajó en Biarritz como había previsto, desde el andén vio pasar el perfil femenino como en el final de una película romántica. Y a partir de entonces, cada vez que un film de ella pasa por las televisiones o por las salas, se echa unas gotas de agua de colonia en las manos y las huele, es la única manera que ha encontrado para poder verlas.




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