Domingo mediodía en París, la noche ha sido dura para algunos, ha cesado de llover, los maillots verdes y dorados están mojados también de alegría no solo de cerveza, hay maillots negros pero pocos, las antípodas quedan demasiado lejos, abundan los maillots del gallo rojo sobre fondo azul y los maillots de los 20 escudos de las naciones participantes, se ven también equipaciones variopintas, incluso alguna de la Real Sociedad de San Sebastián… Los trabajadores de la limpieza han dejado las calles Princesse, Canettes, Lappe, Mouffetard, Oberkampf… bastante decentes, los empleados de las tabernas se disponen a reabrirlas sin prisas ¿Qué han hecho estos grupos de springboks entre el cierre a las 6 de la mañana de los últimos bistrots y la apertura a la hora de la sopa de cebolla y el entrecot con patatas fritas ? No parece que hayan pasado por su habitación del hotel, quizá perdido en una espesa bruma mental, una hipótesis plausible es que han debido hacer un recorrido turístico meando en todos y cada uno de los innumerables monumentos de la villa que ha sido mes y medio capital del rugby mundial.
Desde el alojamiento para 10 personas, cogido por Aristide Labarthe hace un par de años, para llegar a Saint Germain hay que coger el cercanías o RER y luego el autobús -es más agradable ver el paisaje urbano que las paredes de los túneles del metro – o sea que, cambiada la hora y todo, la cuadrilla se ha levantado al amanecer por aquello de respetar la tradición y visitar la « Rue des Canettes » después del partido – la excursión entre le Stade de France et Saint Trou du Cul d’Oise donde se encontraba el airbnb les impidió hacerlo a su hora correcta.
- ¡No me robes más patatas fritas ! -protesta la Marquesa de Altamira a su marido en un extremo de la mesa -. Eres menos de fiar que el Consejo de World Rugby en materia de arbitraje.
- ¡Podemos parar de hablar de arbitrajes ! - ahora la que protesta es la Baronesa de la Florida que está compartiendo un pichet de Chablis con Marion Labarthe en el otro extremo -. Harta me tenéis con tanto lloriqueo francés…
- Es que no han estado al nivel – Marion acaba el vino blanco y la última patata untada en mostaza fosforescente -, pero hay que actualizar de nuevo las reglas de la puntuación, el golpe de castigo estático no puede valer lo mismo que un drop que es parte de un juego de ataque.
- O que se tiren los golpes en drop – Coro de Galtzagorri es la única que sigue los torneos de rugby VII con asiduidad -, y que se permita cargar a los defensores, siempre que salgan de verdad de su línea y al pitido del árbitro.
- Yo creo que hay que proteger la salud de los jugadores – Mélissa, la novia de Hiruntchiverry, es enfermera o así -, pero no es lo mismo un choque fortuito en la cabeza durante el juego que una agresión voluntaria o por grave imprudencia, y con tantas tarjetas convertibles en rojas que ahora sacan están matando el juego…
Mientras los hombres de la cuadrilla se pasan las cajas de paracetamol y beben agua, con gas o no, en silencio, esperando que empiece el partido del Aviron Bayonnais en la pantalla de la pared del fondo. Y un afrikaner de más de 6 pies de alto y de más 250 libras de peso se planta entre la mesa y el comienzo de la retransmisión, alzando una pinta de rubia cerveza francesa, para decir en un más que correcto castellano:
- ¡Olé los toros ! Y la próxima que España coja el billete del viaje y lo pague con un cheque bancario con fondos.
Nadie se ríe, ni los de un lado del Bidasoa ni los del otro lado, pero le piden amablemente que se aparte.
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