viernes, 20 de noviembre de 2009

LA DIAGONAL DEL VACIO

Desde el Sudoeste francés hasta su Nordeste se extiende una franja de departamentos con la densidad más baja de población. Esta extensión agrícola de pueblos escasos y dispersos es en muchos casos es donde subsiste el “rugby de campanario”, ese rugby básico hecho de sentimientos y emociones que contrasta con la profesionalización que se extiende por las cimas parisinas y de las capitales regionales en torno a nuestro deporte.

Arrasate, Irún, Zarautz… cuentan con clubes de rugby que se mantienen año tras año a partir de la entrega de personas apegadas a los valores tradicionales del rugby, superando dificultades económicas y financieras con voluntad metalúrgica. No se ven campanarios de iglesia desde sus campos de juego respectivos, que yo recuerde, pero sí se encuentran muchas veces situados en la diagonal guipuzcoana del vacío. El esfuerzo de sus dirigentes asoma demasiadas pocas veces a los medios. La lógica circular y viciosa que oculta la vida marginal de entidades marginales en un deporte marginal.

Eibar y Hernani salieron de la misma zona simbólica de nuestra geografía del oval y este fin de semana se van a encontrar en la División de Honor B. Partido en Landare Toki de alta tensión en el terreno y de hermandad en las gradas pero en el que el resultado final tiene que ser, en todo caso, el de la convivencia entre dos entidades que ya empiezan a ser históricas y que están dejando atrás en busca de un futuro ilusionante a otros clubes vascos que en su día lo fueron, incluido el Atlético de la capital balneario.

La diagonal del vacío no está muerta para el rugby, Ordizia salió en su día y está poniendo todo lo necesario para no regresar. Los que se disfrutan ahora del placer casi masoquista de agrupar cada fin de semana a esos chicos y chicas que repiten sus enfrentamientos por las ligas vascas, también saben que donde otros están ahora sus clubes estarán o regresarán un día.

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