- En el club de golf, viendo algunos comportamientos y oyendo ciertas frases, la única deducción posible es que conviene pasar por la guillotina de vez en cuando a las aristocracias francesas… -comenta Galtzagorri en una mesa de la terraza del restaurante del golf al sol de invierno -, más que nada para que bajen de esas alturas con las que miran y tratan a los demás.
- De todas maneras, tenía razón él, tu bola había caído en el recorrido de su partida y ellos tenían preferencia – Labarthe contesta con una sonrisa -, además el golf es un excelente paseo por el campo estropeado por las gentes que lo practicamos, como se dice.
- No creo que se diga así exactamente – Hiruntchiverry interviene detrás de una taza de te -, pero es curioso que gente como nosotros juegue ahora al golf, con todo lo que implica de barreras económicas para acceder a los campos, al material, a las clases… en Francia y no digamos en España, así que es normal tropezarse con los representantes de las castas privilegiadas, los que siempre han estado aquí.
- Los ricos de herencia no soportan a los intrusos que saltan la valla – Manu Majors, que nació mientras su padre ganaba un Torneo de Golf en Getxo, habla con su precisión habitual -, además de que se os reconoce vestidos de Decathlon, palos de segunda mano, bolas de oferta…
- La diferencia empieza en el aparcamiento, cuando llegas en el mismo modelo de coche que el camarero del bar y ellos llegan en el suyo de un renting de lujo a nombre de una entidad financiera que oculta fondos de procedencia subterránea – Galtzagorri, que ha acabado su infusión y ha rellenado la taza vacía con los pedazos de su tarjeta del recorrido, dice en un volumen de voz innecesario -, pero el golf engancha y, aunque haya que pagar la cuota anual en mensualidades, aquí me van a tener, con mi Decathlon y mis…
- Consumidores, somos consumidores – Labarthe empieza a ponerse de pie -, pudimos ser ciudadanos cuando dejamos de ser súbditos pero hemos evolucionado a consumidores, lo importante para “ellos” es, que a nuestra edad, nos podemos permitir consumir lo que está vedado para los que solo tienen acceso a los mercados de productos industrializados de calidad mínima y a los servicios de subsistencia. Cuando las masas de estos consumidores despierten, que siempre acaba pasando, podemos preparar todos nosotros los cuellos para la guillotina.
Y los cuatro abandonaron, una vez más, el club de golf cuando ya anochecía rápidamente y la temperatura se precipitaba cuesta abajo.
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