domingo, 12 de julio de 2020

PACO IDIÁQUEZ

La muerte ha cogido a Paco Idiáquez y cincuenta años de vínculos se han deshecho. Le conocí en el despacho de los hermanos Recalde, José Ramón y José Manuel, enseguida conocí a su madre y a su círculo de amigos y camaradas, yo estaba acabando mis estudios de derecho en Bilbao y él se peleaba ya con la legislación laboral en defensa del clandestino sindicato de Comisiones Obreras. Condenado a más de 4 años de cárcel por el TOP, se afeitó la barba para no ser reconocido y me ordenó hacerme cargo de la defensa del sindicato en su sustitución. La agonía del franquismo, la amnistía, la vuelta del exilio, las redadas y detenciones, las torturas absurdas a nuestros amigos, las legalizaciones de sindicatos y partidos, referéndums y primeras elecciones nos hicieron trabajar juntos tanto política como jurídicamente, enfrentarnos muchas veces hasta límites lejanos de los que había que volver a base de cenas y alcohol hasta que amanecía sobre nuestras cabezas y, al final, la separación política definitiva cuando nuestras concepciones de lo que había que hacer para mejorar el mundo se hicieron incompatibles pero siempre quedaron los encuentros y reencuentros, el intercambio de ayudas en litigios, los préstamos de libros no devueltos, los aniversarios, las bodas, los nacimientos, los entierros y los funerales, las comidas porque sí o porque hacía un tiempo que no sabía nada de ti, las separaciones y divorcios, las cenas en la casa de Galicia…
Un día alguien llama para decir que Paco está mal, muy mal y que tiene que plegar su cerebro porque se está apagando poco a poco, sin embargo, le encuentro y me reconoce, hasta cuenta una historieta que yo hubiera preferido olvidar pero su mirada no es su mirada, los esporádicos encuentros son escalones en bajada hasta hace unos meses en que nos vemos en el supermercado, él con una bolsa de compra en la mano, pido permiso a su acompañante para hablarle y me anima a hacerlo, Paco dice que me reconoce pero que le diga mi nombre, se lo digo y él me señala y se lo dice en voz alta a quien le aguarda junto a la caja, luego nos abrazamos.

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