domingo, 12 de julio de 2020

VALLE DE LÁGRIMAS DE AMOR

Aunque no fuma, Imanol Hiruntchiverry cogió la moto para acercarse a Donostia desde Biarritz  y comprar unos cartones de tabaco en cuanto la frontera se abrió. Había quedado con Jon Galtzagorri a la hora del aperitivo en una terraza de la calle Santa Catalina a la sombra del Hotel María Cristina. Aparcar una moto Yamaha de 1300 cm³ en San Sebastián es más difícil que tomar todas las curvas del Tourmalet desde Luz-Saint Sauveur hasta Sainte Marie de Campan sin dejarse el borde de las gomas en el paseo pero Imanol consiguió dejarla por la calle Oquendo, el coronavirus quizá disminuía aún el trasiego en el centro de la ciudad.
Una hermosa mujer, una “chica” de su edad, se estaba despidiendo de Galtzagorri cuando Imanol llegó a la mesa.
- ¡Qué bien te sienta la jubilación! - ella dijo al irse, dejando en el aire el brillo de sus ojos y un aroma de número 5 de Chanel-.
Lógicamente la donostiarra no había reconocido en el recién llegado al patoso francés que 50 años antes había intentado pegarse a ella en la obscuridad de una discoteca de Zarauz, a pesar de que ninguno llevaba mascarilla puesta, pero Imanol revivió aquella vieja escena inmediatamente. “Está más guapa que cuando tenía 15 años”, le comentó a su amigo mientras pedía una cerveza por señas a la camarera.
- Hay amores que nunca se borran -le contestó Jon amagando un brindis a un metro y medio de distancia desde el otro lado de la mesa -, a pesar de que tú hayas batido varias veces el récord de Julio Iglesias.
- Sabes que no estoy nada orgulloso de mi pasado promiscuo – Imanol ponía una voz de bajo ruso cuando la nostalgia invadía su cabeza y sus frases empezaron a sonar como un recitativo de Verdi -, aquella fue una etapa de catarsis de la madurez y la juventud, como la de ella quedó lejos, todavía más lejos.
- Esperemos eso y que a la quinta vaya la vencida y que la actual te dure.
Los dos amigos estuvieron un rato hablando de virus, confinamientos y rugby, compartiendo cervezas y menú del día en la terraza, hasta que se levantaron para pasar por el estanco de la plaza de Reina Regente y hacer las compras para los vicios de la familia Hiruntchiverry. Al salir del establecimiento, mientras se quitaban las mascarillas protectoras y se despedían, pasó la estilizada silueta con su aura de Chanel.
- Me he quedado pensando antes ¿Tú no eras un francés que jugaba al rugby y andaba hace años por los garitos de Zarauz?
Imanol sintió que las glándulas del orgullo le mandaban un mensaje interno a la altura de sus genitales y Galtzagorri se dio cuenta.
- No te rías, no te rías -le dijo Imanol a su amigo donostiarra, cuando, después de un breve intercambio de frases tópicas, ella se alejó apresuradamente hacia el Boulevard -, y no comentes nada que acabas en el río.

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