- Roma es otra cosa,
Roma es sotanas y hábitos entrando apresuradamente en portales
oscuros, Roma es un cura gordo, prácticamente obeso, saliendo de una
boutique elegante con una bolsa de regalo, Roma es la sonrisa de una
muchacha morena que te deja sobre la mesa la factura exorbitante de
un café, Roma es la cabeza en mármol de una diosa que está caída
detrás de un arbusto en ese jardín…
- Pero Altzo no está
mal tampoco – el Marqués de Altamira interrumpe a Galtzagorri
dejando el platillo de chorizos humeantes sobre la mesa -, aunque
quizá no tenga esa poesía que dices pero también tiene un cura,
tiene iglesia monumental, frontón cubierto… y esta luz del viento
sur a última hora de la tarde.
- Echo de menos
viajar – Galtzagorri se levanta la mascarilla con el escudo de la
Real Sociedad para beberse el txakolí de un solo trago -, ahora que
ya nos estábamos acostumbrando a añadir Roma a Edimburgo, Cardiff o
Dublin, resulta que nos tenemos que quedar confinados entre Aranzazu
y la Isla Santa Clara, entre el árbol Malato y la estación del tren
de Bayona, entre San Juan de Gaztelugatxe y las Salinas de
Valdegovía…
- De Añana, Salinas
de Añana, aunque el cordero, las patatas y el vino nos las comimos
en Espejo -el Marqués precisa mientras abre otra botella de txakolí
-. Creo que se me nubla la vista ya, no acierto a ver la cruz del
Ernio desde aquí.
- Pues no creo que
en Altzo de arriba tengamos muchos alojamientos y yo tampoco estoy
para conducir – se lamenta Galtzagorri analizando el color dorado
del vino en los rayos del anochecer -, ¿Por aquí cultivaba cebollas
el gigante? Podemos preguntar si nos dejan su cama.
- El virus éste me
va a dejar el hígado destrozado.
- Roma es otra cosa,
Roma es blanco mármol convertido en el cuerpo humano más bello,
Roma es cantar arias subido en una Vespa en busca de la sombra de
Audrey Herpurn, Roma es la sonrisa de una muchacha morena que toma el
sol en la piscina del hotel con un vermú en la mano y te pide 300€
por hacerte compañía en la siesta, Roma es la vieja desdentada que
pide limosna a una pareja de curas indiferentes en el atrio de la
iglesia.
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