jueves, 7 de enero de 2010

LA JAURIA HUMANA

HOY NO HA SALIDO MI COLUMNA EN LA EDICIÓN DIGITAL ASI QUE AQUI VA
Creado a semejanza de Dios o la peor alimaña viva –cada uno puede tener sus creencias al respecto-, pero el hombre es lo que hay y mientras no se suicide como especie, somos los simios con poco pelo que culminan la escala animal. Entre los juegos sociales que los hombres practicamos se encuentra el rugby.
Hay quienes juegan rugby con respeto a sus valores y sus reglas y quienes lo practican de otra manera, esto es que entienden que la agresividad implícita al deporte de contacto permite causar daño al contrario como forma de vencerle. Aquellos jugadores que se hacen respetar por su contundencia en la jugada y que marcan su territorio en breves ajustes de cuentas cuando entienden que el contrario se ha excedido en su agresividad y estos otros jugadores que confunden la violencia con la superación al oponente. Incluso es por desgracia habitual que equipos practiquen formas sucias de juego y que dirigentes y entrenadores las fomenten consciente –enseñando trucos de probada eficacia-, o inconscientemente –esas historias y leyendas que se cuentan orgullosamente ante adolescentes-. Somos humanos, no somos perfectos.
En medio del debate nacional sobre la identidad –debate estúpidamente humano y que por cierto en este pequeño país no ha cesado nunca-, que se ha lanzado en Francia, un debate secundario se ha cruzado: la suciedad identitaria del rugby francés. Como una vez más jugadores franceses se enfrentan a sanciones disciplinarias por gestos agresivos como “la fourchette” –introducir los dedos en tenedor en los ojos del contrario aprovechando un amontonamiento-, se discute simultáneamente y en otros medios sobre si este modo sucio de jugar es esencial en el modo francés de jugar al rugby frente al británico por ejemplo. Quizá ambos debates tanto en Francia y en otras sociedades humanas como en el rugby y en otras actividades humanas no sean más que uno solo.

No hay comentarios: