Lo de Iparralde ya sabéis como ha sido: un subeybaja. Baja el Olympique y sube el Aviron, al revés que en la temporada anterior. En todo ello hay mucho que analizar y decidir, pero ni se quiere ni se va a hacer por quienes dirigen las dos estructuras profesionales de rugby en el barrio norte de nuestra eurociudad.
El rugby femenino pelea por no desaparecer en las categorías de mayores y se extiende en las inferiores y, a pesar de la mala imagen que las conmociones, lesiones y alcoholismo de los profesionales dan a este deporte, las categorías inferiores de rugby masculino del norte del Bidasoa siguen en un estado notable de salud. La existencia de una escuela pública de calidad en toda Francia garantiza que el rugby siga siendo un vehículo educativo preferente -toda la educación pública francesa es envidiable pero tiene sus problemas con privatizadores y nacionalismos periféricos -, y que la cantera siga produciendo.
Lo de Biarritz ha sido lo esperado, un pueblo de 25.000 habitantes que no cuenta ya con un capitalista que practique el mecenazgo en su equipo de rugby pues no puede tener un equipo en el Top 14. Otra cosa es que esté en manos de financieros y expertos en marketing que combinan su afición con sus intereses y egos, en resumen, la identidad se ha perdido y un árbol con raíces de bonsai no puede vivir. Los Hiruntchiverry van más a Anglet, Saint Jean de Luz o más lejos que a Aguilera.
Y el Aviron ha subido, una temporada peleada para hacer el mejor partido ante el equipo dominador y llevarse el ascenso. Su estancia arriba será probablemente breve, Baiona tampoco tiene dinero para permitirse un equipo en Top 14. Los Labarthe se siguen quedando afónicos todos los fines de semana. Se va Bru a Sudáfrica para seguir ascendiendo como entrenador y el donostiarra Usarraga a Castres después de una gran aportación al juego del equipo durante la campaña, Castres es un equipo que cuenta con mecenazgo privado y con solo 40000 habitantes tiene un finalista en la Top 14 y con muchas probabilidades de ganarla.
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