lunes, 28 de julio de 2008

NO DISPARAMOS SOBRE EL PIANISTA

Recuperado del Noticias de Gipuzkoa de 21 de febrero de 2008

En otros deportes es habitual que se silbe, abronque o se arme todo el ruido posible cuando el jugador del equipo visitante se dispone a ejecutar una falta contra el equipo local y viceversa, si hay espectadores visitantes se espera que también repliquen ruidosamente cuando se presenta la ocasión en tales situaciones en que hay un castigo en contra de sus colores.

En rugby la costumbre –uso social repetido y con fuerza vinculante-, ha sido el guardar silencio hasta que la falta es ejecutada. Este silencio es de respeto a la decisión del árbitro que es un principio esencial de nuestro deporte y es de respeto al equipo contrario que se ve favorecido por una infracción al juego cometida por nuestro equipo. El lanzamiento a palos es, por tanto, una jugada como cualquier otra del mismo juego y animar a los nuestros no es molestar u ofender a los adversarios. Sin equipo contrario no hay rugby.

También se ha contagiado el virus de la celebración espectacular de los puntos que se consiguen entre los jugadores. Y estas celebraciones pueden provocar reacciones innecesarias del contrario además de ralentizar el juego. La alegría de la culminación de la jugada no tiene por qué contenerse pero hay que dar oportunidad al otro equipo de que juegue a rugby seguidamente que es lo que queremos todos los reunidos con motivo del partido.

El incremento de espectadores en los campos de rugby está haciendo que se importen costumbres de otros deportes con el riesgo de cambiar el sentido del nuestro. Jugadores, técnicos, dirigentes y otros somos responsables de transmitir el legado a los recién venidos.

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