A veces el ser humano es arrastrado por sus pasiones más allá de toda razón y cae en la confusión absoluta. Antes se nos educaba en la repulsión de los siete pecados capitales, aunque a nuestros preceptores sólo les interesaba uno, el mismo que se les iba asomando por la botonera de la sotana hasta que irremediablemente les sacaba por completo fuera de ella.
Ahora los pecados capitales forman parte de la inteligencia emocional y no se consideran pecados aunque sí capitales. El pecado capital del rugby español parece ser la envidia que es el más común de los rasgos del simio erecto. La envidia es también rasgo ancestral de los protoíberos que restan por las tierras vascas tan envidiables ellas.
La idea de
¿No se pueden sumar esfuerzos como en un partido? ¿En qué equipo no hay un fantasma que nos engaña a los demás para que nos metamos en todos los líos? ¿Se hubiera descubierto América sin el estafador de Colón? Para ir de Hernani a New York hay que tener voluntad de hacerlo y dar el primer paso. Quizá la idea de
Cuando el balón es el propio rugby español, hay quien lleva este balón como si todos los demás fueran del enemigo y jamás abre el juego. Si queremos transformar nuestro rugby en un deporte verdaderamente cuajado en nuestra sociedad hay que cambiar de estrategia ya.
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