Hubo una película protagonizada por Vincent Price basada en el célebre relato de Edgar Allan Poe. En ella un agonizante, el Sr. Waldemar, es hipnotizado y en ese estado fallece su cuerpo pero su espíritu no puede salir del cadáver y éste permanece en un estado de muerte suspendida que dura hasta que el hipnotizador le despierta. Entonces el cadáver se descompone inmediatamente, según refleja la película con ayuda de los ingenuos efectos especiales de los años 50 del siglo pasado.
El caso Waldemar lo suelo utilizar como ejemplo para mis alumnos del estado en que se suele encontrar a veces alguna empresa. Hipnotizada no se ha enterado de que está muerta.
Hay muchos hábiles hipnotizadores que mantienen hipnotizada la empresa que dirigen porque si se despierta se descompone y se les acaba su modo de vida. Y echan la culpa de todo al que les dice que el cadáver ya huele y que más vale despertarle y enterrarle por su propio bien y sobre todo por el bien de los demás.
El electroencefalograma de la Real Sociedad está plano desde hace tiempo al parecer. Quizá sea el momento de despertarla de su hipnosis o desenchufarla de las arcas públicas a pesar de que la ecuación “ingresos menos gastos igual a resultados” no tiene certeza en el negocio del fútbol.
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