Al terminar el partido del sábado entre el Kitmar y el Spyro se lo resumí a un amigo: “Falta de líderes, falta de referencias”. El domingo a la mañana leí un titular de prensa “En Euskadi sobran ingenieros y faltan líderes” que era el titular de una entrevista al consultor empresarial y ex director general de Irizar, S. Coop. Koldo Saratxaga. En principio pensé que Saratxaga hablaba quizá del mismo partido y me alegré por tener tan ilustre aficionado en nuestras filas y aunque el objeto de la entrevista no era finalmente el rugby, yo la leí desde Ovalia lógicamente.
Nos es aplicable la idea de que “Lo malo no es lo que tenemos, sino lo que nos falta” Y que “Sobran ingenieros y faltan líderes” ya que “... necesitamos más relaciones, más comunicación, más creatividad, que las ideas de toda la plantilla fluyan con naturalidad. Necesitamos más psicología, técnica ya tenemos suficiente.”
También en el rugby –como se dice en la entrevista respecto de la empresa-, hay que cambiar el concepto de tener poder por el de autoridad, que es algo que se gana con los méritos, la experiencia y la capacidad para hacer cosas.
El partido del sábado fue un escaparate de las carencias de nuestro rugby y los líderes no surgen por generación espontánea ni es fácil comprarlos en el mercado. Mientras, el calendario avanza.
Y lo peor es que en todos los equipos hay líderes escondidos, agazapados –no por mucho chillar se es el líder-. En consecuencia con lo anterior podemos decir que cada uno de los componentes puede tener un papel de líder en un momento y en lugar de la cancha. Siguiendo a otro consultor -y éste si reconocido rugbier-, Pierre Villepreux, podemos imaginarnos por un momento qué pasaría si un jugador que corre con el balón en la mano durante un partido, espera la orden del capitán que le diga lo que tiene que hacer y el capitán pide la opinión al entrenador que a su vez se dirige al Presidente del Club... Para que el juego funcione, el que tiene el balón es el capitán en ese momento y todo el equipo –tanto empresarial como rugbístico-, tiene que estar a su disposición para seguir el plan previsto o, lo que es más importante, adaptarse en tiempo real a su decisión de juego.
Los buenos equipos ya sabemos que funcionan con una inteligencia táctica colectiva que impregna todos los pensamientos y anima todos los movimientos, como afirma Villepreux, pero hace falta liderazgo, bien porque el individuo con sus cualidades personales adaptadas al entorno las despliega en él, bien porque sus actos son importantes y se adaptan a la situación en la que se aplican. Y el liderazgo surge de la participación colectiva en el proyecto y de esta participación se llega a aprender a liderar, porque el liderazgo se aprende. Así quien lleva el balón, tanto en el juego como en la vida, se podrá creer que es el capitán y no correr desconcertado.
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